miércoles, 7 de marzo de 2018

Vivir el Rally más duro del mundo en carne propia

¡Hola, de nuevo! 
Hoy me tomo un tiempo para sentarme a escribir sobre la última experiencia grande que tuvimos: el montaje de un evento fuera de la ciudad. Estuvimos a más de 4 600 m. s. nm., en medio de la nada, a merced de la inclemencia del tiempo. Pasamos días con temperaturas desde 6 hasta -4 grados centígrados, con lluvia, granizo, vientos de 30 km/h y hasta nieve.

Nos embarcamos en este súper reto con la confianza de 7 años de experiencia atendiendo eventos en la ciudad. Teníamos 6 días de preproducción por delante, montaje y postproducción de un evento VIP en la hermosa, pero cruda, sierra de nuestro Perú y puedo decir que nada nos había preparado para lo que vivimos.

Mientras llegaban a Perú los autos, motos, camiones y equipos del rally, nosotros iniciamos nuestro viaje enviando materiales desde Lima y recibiéndolos en Arequipa. Como los corredores, planeamos nuestro itinerario (y el de los invitados) con todo detalle, pero tal como le ocurrió a Juergen Droessiger, tuvimos un incidente ni bien arrancamos, pero afortunadamente pudimos sobrepasarlo.

Mientras la carrera avanzaba por los desiertos de Ica, nosotros nos enfrentábamos al “General Invierno” en Imata, un pueblo ubicado a más de tres horas de la Ciudad Blanca que nos dio la sede para nuestro evento y que nos recibió ese lunes con un cielo azul bello, adornado de nubes blancas que sentíamos tan cerca que daba la impresión de poder tocarlas (más adelante pudimos hacerlo, ya les contaré). El clima estaba suave (unos soportables 6 grados), el viento apenas se hacía sentir, todo empezaba bien... Ese mismo día, la noche regaló nieve y temperaturas de -4 grados (la puna empezaba a hacerse sentir).

Varios pilotos iban quedando fuera del rally y nosotros sudábamos la gota gorda haciendo de todo para mantenernos en carrera. A ellos les fallaban algunos componentes del motor, se atollaban, se volcaban; a nosotros, una de las computadoras se nos congeló durante la noche, uno de los motores generadores de electricidad pasó por algo similar, el personal de vigilancia la pasó duro y el toldo soportaba el ataque de los vientos de 30 km/h, entre otras peripecias.

Solo faltaba un día para recibir a los invitados y unas horas después ver la carrera que los congregó. Al promediar las 5 de la tarde las nubes bajaron al ras del piso… No solo las tocábamos, sino que nos cegaban, solo teníamos 5 metros de visibilidad. Nuestro campamento estaba a 100 metros de la carretera, pero las nubes lo taparon por completo, el viento, la lluvia y el granizo estuvieron más fuertes que nunca. Empecé a temer lo peor, que nuestra carpa no soportaría. Pero eso estuvo muy lejos de suceder, las estructuras que llevamos fueron lo suficientemente fuertes como para soportar todo sin problemas. Mientras el clima hacía lo suyo, nosotros seguíamos avanzando con los detalles, la hora avanzaba y todo iba quedando bien.

Por fin llegaron los invitados, la música comenzó, el fuego nos calentaba y la adrenalina se mantenía a full con la expectativa de ver pasar los autos y camiones del rally. Mientras íbamos disfrutando de los simuladores, el cielo se abrió para dejarnos ver las estrellas y la luna, y como plato de fondo el piloto Juan Carlos Cáceres, quien participó dos veces de esta dura competencia, nos llevó en su camioneta a vivir, en carne propia, el rally más duro del mundo…


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