Hoy me tomo un tiempo para sentarme a escribir sobre la última experiencia grande que tuvimos: el montaje de un evento fuera de la ciudad. Estuvimos a más de 4 600 m. s. nm., en medio de la nada, a merced de la inclemencia del tiempo. Pasamos días con temperaturas desde 6 hasta -4 grados centígrados, con lluvia, granizo, vientos de 30 km/h y hasta nieve.
Nos embarcamos en este súper reto con la confianza
de 7 años de experiencia atendiendo eventos en la ciudad. Teníamos 6 días de
preproducción por delante, montaje y postproducción de un evento VIP en la
hermosa, pero cruda, sierra de nuestro Perú y puedo decir que nada nos había
preparado para lo que vivimos.
Mientras llegaban a Perú los autos, motos, camiones
y equipos del rally, nosotros iniciamos nuestro viaje enviando materiales desde
Lima y recibiéndolos en Arequipa. Como los corredores, planeamos nuestro
itinerario (y el de los invitados) con todo detalle, pero tal como le ocurrió a
Juergen Droessiger, tuvimos un incidente ni bien
arrancamos, pero afortunadamente pudimos
sobrepasarlo.
Mientras la carrera avanzaba por los desiertos de
Ica, nosotros nos enfrentábamos al “General Invierno” en Imata,
un pueblo ubicado a más de tres horas de la Ciudad Blanca que nos dio la sede
para nuestro evento y que nos recibió ese lunes con un cielo azul bello,
adornado de nubes blancas que sentíamos tan cerca que daba la impresión de
poder tocarlas (más adelante pudimos hacerlo, ya les contaré). El clima estaba
suave (unos soportables 6 grados), el viento apenas se hacía sentir, todo
empezaba bien... Ese mismo día, la noche regaló nieve y temperaturas de -4
grados (la puna empezaba a hacerse sentir).
Varios pilotos iban quedando fuera del rally y
nosotros sudábamos la gota gorda haciendo de todo para mantenernos en carrera.
A ellos les fallaban algunos componentes del motor, se atollaban, se volcaban;
a nosotros, una de las computadoras se nos congeló durante la noche, uno de los
motores generadores de electricidad pasó por algo similar, el personal de
vigilancia la pasó duro y el toldo soportaba el ataque de los vientos de 30
km/h, entre otras peripecias.
Solo faltaba un día para recibir a los invitados y
unas horas después ver la carrera que los congregó. Al promediar las 5 de la
tarde las nubes bajaron al ras del piso… No solo las tocábamos, sino que nos cegaban,
solo teníamos 5 metros de visibilidad. Nuestro campamento estaba a 100 metros
de la carretera, pero las nubes lo taparon por completo, el viento, la lluvia y
el granizo estuvieron más fuertes que nunca. Empecé a temer lo peor, que
nuestra carpa no soportaría. Pero eso estuvo muy lejos de suceder, las
estructuras que llevamos fueron lo suficientemente fuertes como para soportar
todo sin problemas. Mientras el clima hacía lo suyo, nosotros seguíamos
avanzando con los detalles, la hora avanzaba y todo iba quedando bien.
Por fin llegaron los invitados, la música comenzó,
el fuego nos calentaba y la adrenalina se mantenía a full con la expectativa de
ver pasar los autos y camiones del rally. Mientras íbamos disfrutando de los simuladores,
el cielo se abrió para dejarnos ver las estrellas y la luna, y como plato de
fondo el piloto Juan Carlos Cáceres, quien participó dos veces de esta dura
competencia, nos llevó en su camioneta a vivir, en carne propia, el rally más
duro del mundo…
